Internacional

El camino al silencio

Poco a poco, de manera imperceptible, oscura y sigilosa, la amenaza y el silencio nos vienen cercando. Las palabras se han convertido en algo peligroso. El periodismo también, y no sólo por la violencia criminal. También por la otra, la censura.

Hablar, y sobre todo escribir es cada vez más riesgoso. La previsible reacción montonera de las redes sociales, donde cualquier imbécil (lo dijo Eco), se convierte en sabio, empuja a la autocensura ampliada. No se puede decir nada, mucho menos analizar.

Si se opina sobre los sucesos de Gaza, por sensata como sea la idea, automáticamente el vómito de las redes dispersa el Sambenito del antisemitismo.

Cualquier señalamiento a la eficacia o lerdez de una autoridad femenina, no digamos de su vida pública, es imposible. Todo cuanto se diga de ellas y no alimente su amplísimo repertorio de “talentos”, engrandecido por recientes desatinos de paridad, se convierte automáticamente en “violencia política de género”. ¿Verdad Joaquín?

Las preferencias sexuales, por citar otro campo vedado a la palabra, excepto el credo dictado por los mandamientos de la comunidad LGTB, etc… y sus beneficiarios, se convierte en pasto de linchamiento. Quienes no practiquen el dictatorial lenguaje incluyente, gramaticalmente pueril y axiológicamente innecesario, inmediatamente serán vistos como homófobos rumbo a la hoguera.

Cada nuevo pecado tiene su denominación. Hasta gritar en un estadio. Eres homófobo, eres misógino. Misógine, misógina.